30 de mayo de 2019
Hernández-Silva: “La masa coral hay que amasarla con delicadeza”
Manuel Hernández-Silva afrontará su segunda temporada como titular de la Sinfónica de Navarra con el Orfeón Pamplonés en su inicio y cierre. Buen conocedor del mundo coral, elogia la disposición sonora del coro, y define al público navarro como seriamente cálido. Quiere hacer, dice, muchas cosas.
Venezolano de nacimiento y español de corazón se define este director que, además tiene una parte vienesa que le pide visitar a sus “austriacos” cada cierto tiempo. Allí vivió veinte años, y allí está su hija. Nació en Caracas y tuvo la suerte de estudiar en un colegio donde la música ocupaba un lugar importante en la educación, donde desde muy joven comenzó a cantar en el coro. Posteriormente, tocó también el violín y la viola en la orquesta, para una vez terminados los estudios escolares estudiar un año Literatura en la Universidad Central de Venezuela. De allí cruzó el charco para estudiar en el Conservatorio Superior, primero Viola y dos años después Dirección de Orquesta, estudios con los que siguió ya en solitario. También estudió Dirección Coral y cantó en más de un coro.
Le enseñaron allí a no criticar a otros directores, entre otras muchas cosas que saldrán a lo largo de la entrevista como su conocimiento de los coros o la negación de frases como “es buen director de orquesta pero no dirige bien a los coros”. Para él, un director es bueno o malo, sin distinciones. Sí reconoce que su pasado cantor le hace conocer y querer especialmente a los coros.
En la dirección coral se amasa el sonido, dice, ese gesto de las manos sobre la masa coral no es el mismo que sobre la orquesta. Uno, como si fuera panadero o pastelero, amasa la sonoridad y debe tratar a la masa, coral, con suma delicadeza. Esto lo aprendió desde niño, y lo sigue aplicando hoy en día, cuando su sube al podio y alza el gesto hacia coro y orquesta.
Solo un coro disciplinado (como el vuestro, dice) puede suplir con cierta dignidad la carencia gestual de un director. En su escuela vienesa le dijeron que el buen director de orquesta sólo existe si además dirige bien a los coros.
Hablando del Orfeón Pamplonés, con quien cierra estos días temporada la Sinfónica de Navarra, recuerda que la primera vez que lo escuchó fue en una Novena de Beethoven. “Oí en Murcia una novena sinfonía de Beethoven y me quedé prendado del coro. Pensé: este es uno de los coros no profesionales mejores que he oído hasta hoy en mi vida”, recuerda.
Había conocido ya a Igor Ijurra en un curso de Dirección de Orquesta y ya se apreciaban, “de esa primera vez nos hicimos amigos. Ijurra, al que define como brillante y buen conocedor de la música, fue su “lazarillo” en Navarra.
Una vez como titular de la OSN ha tenido ocasión de conocer mejor al coro. Pensaba que tardaría más tiempo en “hacer cosas”, pero en seguida llegaron una “Misa de Mozart maravillosa, el concierto de Año Nuevo, ahora cerrar el ciclo de abono con Brahms”. Su idea, seguir estrechando lazos y hacer muchos proyectos artísticos. “Todo el gran repertorio sinfónico coral yo lo quiero revisar con el Orfeón, así lo hayan hecho con otros directores, la novedad es que lo hagan conmigo”. Elogia al coro y dice que “la disposición sonora es muy flexible” para concluir, siguiendo el ejemplo del obrador, que se deja moldear inmediatamente.
Hernández Silva reconoce que no puede vivir sin Mozart (especialmente el Mozart vienés de los últimos diez años), define su música como una fuerza evocadora insólita, pero también reconoce que no tiene compositores preferidos. El estado vital le pide a veces reflexión, otras veces le entra el espíritu caribeño, pero en la mayoría de las ocasiones, al programarse con tanta antelación, su espíritu y cabeza se van amoldando a la obra que sabe que dirigirá. O al autor.
¿Qué escucha cuando se baja del escenario y llega a casa? De todo, comenta. Mucha música popular, desde vídeos antiguos de Paco de Lucía y su guitarra flamenca hasta el jazz, Queen, Sting, los coros tibetanos y por supuesto, la gaita venezolana y su música caribeña.
Profundamente occidental, aún con alma venezolana, concluye que se siente muy a gusto en Navarra, una tierra donde el público quizás no aplaude por bulerías, comenta al preguntarle cómo lo definiría, pero lo hace de una manera seriamente cálida.
S. Ansorena.